Tiempos de Navidad y Año Nuevo. Tiempos de
simbolismo y grandes esperanzas. Y también de grandes desilusiones y
frustraciones. Esperanzas de regeneración y reconciliación con el mundo y con
los semejantes. La frase Año nuevo, vida
nueva es (o era) algo más que una frase. Y de desilusiones, por no haberse,
a menudo, satisfecho ese anhelo de renovación temporal y de comienzo de una nueva
existencia que padecen amplias capas de urbanitas de las sociedades
occidentales modernas, por motivos que se tratarán de explicar.
La regeneración del tiempo es algo habitual
en la observación de los mitos y costumbres de las culturas y civilizaciones.
Por todas partes existe una concepción del comienzo y fin de un periodo
temporal fundado en la observación de los ritmos bio-cósmicos. Las ceremonias
periódicas que hacen referencia a esa regeneración se encuadran por lo general
en las purificaciones periódicas, esto es, la expulsión anual de los demonios,
enfermedades y pecados, y en el de la regeneración periódica de la vida, los
rituales de los días que preceden y rigen al año nuevo. El año nuevo es un
corte en el tiempo. Una tentativa de abolición del tiempo transcurrido y de
restauración del tiempo mítico y primordial del instante de la creación. Los
rituales asociados podrían contemplarse como un intento de acabar con las
formas ya existentes y gastadas por el hecho de su propia duración y dar lugar
al nacimiento de formas nuevas.
¿Cuál
es en el fondo el principio del simbolismo de la regeneración periódica? Habría
que acudir, sin duda, a la regeneración de la naturaleza para encontrar su
fundamento. En efecto, existe una relación muy estrecha del hombre con los
fenómenos naturales y de regeneración de la naturaleza de la que depende su
supervivencia, como el paso de las estaciones asociado al nacimiento de
animales y plantas en general, y asociados, a su vez, con la actividad humana
agraria, con la recolección y el pastoreo. Por otro lado, el hombre, como ser
natural, está sometido, él mismo, a los ritmos biológicos, como los demás seres
vivos. La asociación de la regeneración de la naturaleza con los movimientos
periódicos de los astros es inmediata. No es difícil ver, pues, en esta
periodicidad y sus fenómenos asociados el origen del simbolismo de la regeneración.
Dejando al margen el simbolismo de las fases lunares, tan importante en
tantos mitos de muerte y resurrección, fertilidad, regeneración e iniciación,
es el Sol, con los movimientos periódicos de la Tierra a su alrededor, el
que marca, principalmente, los ciclos de regeneración anuales. Algunos
conceptos son necesarios para la comprensión del fenómeno: la eclíptica es la línea que recorre la tierra
alrededor del sol, pero que vista desde la tierra es la línea curva que recorre
el sol alrededor de la Tierra en su
«movimiento aparente»; el plano de la eclíptica contiene a la órbita de la Tierra alrededor del Sol y,
en consecuencia, también al recorrido anual aparente del Sol observado desde la Tierra ; ahora bien, el eje
de rotación de la tierra está inclinado con relación al plano de la eclíptica,
de modo que el ángulo que forma ese plano con el del ecuador terrestre es de 23° 27'.
La consecuencia es que la eclíptica “sube” y “baja” con respecto al horizonte
según la época del año (el sol visto desde la Tierra se mueve hacia el norte y el sur). La
conjunción de la inclinación de los rayos del sol y de la variación de las
horas de luz diarias nos marcan las estaciones del año. En el hemisferio norte,
la posición más baja de la eclíptica se llama solsticio de invierno (el sol alcanza el cenit al mediodía sobre el
Trópico de Capricornio), el 21-22 de diciembre, y se registra el día más corto
y la noche más larga del año; mientras que en el solsticio de verano, el 20-21 de junio, la eclíptica se encuentra
en la posición más alta y se registra el día más largo y la noche más corta. En
el hemisferio sur es al revés. Se denominan equinoccios
a los puntos en los que los dos polos están a igual distancia del sol y la
duración de los días y noches se iguala (20 de marzo y 22 de septiembre).
Pero,
el fenómeno que nos interesa aquí es el solsticio
de invierno en el hemisferio norte. Es el comienzo oficial del invierno,
aunque pueda considerarse a veces la mitad del periodo invernal, ya que a
partir de él el Sol comienza a “renacer”, fenómeno detectado hasta en el período neolítico, ya que muchos monumentos
megalíticos están alineados con el nacimiento o la puesta del Sol durante el
solsticio de invierno (Stonehenge). Esta fecha era importante porque marcaba un
periodo de escasez por delante, de meses de hambruna, y la
mayoría de los animales eran sacrificados para no tener que ser alimentados
durante el invierno y disponer de carne en lo sucesivo. Después de la cosecha anual, el vino o la cerveza
estaban finalmente fermentados y listos para beber a partir de ese
momento. El apareamiento de los
animales y la siembra de los cultivos ya se había producido. El significado o
interpretación de este evento ha variado en las distintas culturas del mundo,
pero la mayoría de ellas lo reconoce como un período de renovación y
renacimiento, que conlleva todo tipo de rituales y celebraciones en mitad del
invierno en la noche más larga del año. Celebraciones de brillante iluminación,
fuegos artificiales, flores y bailes y cánticos como terapias culturales para
arrinconar el malestar, reavivar el espíritu y reiniciar el reloj interno.
Stonehenge |
Dado que
el evento es visto como la inversión del retroceso de la presencia solar en el
cielo, se ha celebrado por las distintas culturas el renacimiento del año en lo
que se refiere a la vida-muerte-renacimiento de las deidades (dioses solares),
así como el uso de calendarios cíclicos basados en el solsticio de invierno. En
Japón la diosa solar Amaterasu, la diosa del Sol
en el Sintoísmo y antepasada de la Familia Imperial del Japón según dicha religión, desde su reclusión en una cueva el
Sol no salía y el mundo se cubrió de tinieblas, los campos morían y el mundo se
helaba. Convencida Amaterasu para salir, mediante tretas por los otros dioses, la luz
solar regresa de vuelta al Universo. Además se
celebra réquiem por los muertos durante la noche, a
la espera de la salida del sol. El Festival Dongzhi del Solsticio de Invierno era
uno de los más importantes festivales celebrados por los chinos y otros
asiáticos orientales alrededor del 21 de diciembre. Después de esta
celebración, se sucedían los días con más horas de luz natural y, por tanto, según
su expresión, un aumento de “la energía positiva que fluye”. Tradicionalmente,
el Festival Dongzhi es también un tiempo para la reunión de la familia en
largas comidas, simbolizando la unidad familiar y la prosperidad. En la antigua
Persia, en la noche más larga del año, se supone que Ahriman, el principio del mal, está en la cima de su
fuerza. El día siguiente, conocido como el día del Sol, pertenece al
dios Ahura Mazda. Desde que los
días son cada vez más largos que las noches, este día marca la victoria del Sol
sobre la oscuridad. En todas partes (nórdicos, eslavos, kurdos, lapones,
celtas, bálticos, iranios y hasta hindúes) se celebraban, y aún celebran, fiestas
del solsticio similares.
Amaterasu |
En la antigua Roma, y en torno al solsticio de invierno, se celebraba la festividad de las Saturnales, a la luz de velas y antorchas, en honor de Saturno, divinidad agrícola protectora de sembrados y cosechas. Equivalía también al celebrado Cronos por los griegos, que estuvo en activo durante la mítica Edad de Oro de
Alma-Tadema, Ave Caesar, Io, Saturnalia!, 1880 |
Eran fiestas consagradas especialmente al jolgorio y la convivencia. Siete días de bulliciosas diversiones y banquetes. Se decoraban las casas con plantas y se visitaban a amigos y familiares, con intercambio de regalos. Era habitual regalarse saquitos de nueces, velas o pequeños muñecos de arcilla. Se suspendían numerosas actividades públicas: la escuela, el Senado y los tribunales de justicia; se liberaba a los prisioneros, que depositaban, como ex-votos, las cadenas en el templo de Saturno; y hasta se aplazaba la ejecución de las penas capitales. Eran fiestas de gran permisividad, pues muchas prohibiciones durante el año se anulaban en las Saturnales. Se reanudaban los juegos de azar y apuestas, totalmente prohibidos durante el resto del año, incluso para los esclavos. Pero, lo más notable era la inversión social que significaba el intercambio de papeles entre amos y esclavos. Éstos vestían las ropas de sus señores, que les servían en la mesa, disfrutaban de tiempo libre y estaban exentos de castigo. Podían tratar con desprecio a sus amos y hasta jugar a los dados con ellos.