Entre la
Puerta de Brandeburgo y la desaparecida cancillería del
tercer Reich, y al lado del lugar donde un día estuvo el bunker en el que
Hitler pasó sus últimos meses, se levanta el monumento en memoria de los 6
millones de judíos asesinados en Europa, erigido en 2005 y diseñado por el
escultor judío-americano Eisenmann. Consta de 2711 bloques de cemento de
sección rectangular (2,38 x 0,95
m ), dispuestos ordenadamente a guisa de lápidas de un
cementerio, ligera y aleatoriamente inclinados y de una altura variable, desde
los 0,5 m
a los 4,7 m
metros aproximadamente. Los de mayor altura se concentran en el centro del
conjunto y los de menor en la periferia. También, hacia el centro del conjunto,
el piso presenta una depresión, coincidiendo así con los bloques de mayor
altura. La obra causa una profunda impresión a quien la ve por primera vez y es
aconsejable contemplarla sin demasiados visitantes, recorriendo y zigzagueando
por los pasillos entre columnas y filas de bloques. Se dice que el escultor no
quiso dar una interpretación de su obra, por lo que cada observador aventura la
suya. A mi me sugirió que esas “lápidas” eran empujadas por la víctimas “supuestamente”
sepultadas bajo ellas, en un intento de recordar permanentemente a los vivos la
causa de su infortunio. Ello se conseguiría mediante esa sensación de movilidad
debida a la conjunción de las distintas alturas, el suelo hundido hacia el
centro y la ligera inclinación aleatoria de los bloques, a pesar de lo masivo de las dimensiones y de los materiales. El Centro de Información anexo
da noticia de historias familiares asociadas al holocausto.
Berlín esta lleno de lugares conmemorativos,
centros de documentación y museos relativos a la historia de la dictadura
nacionalsocialista, como el Centro de documentación de Brandeburgo, centro
penal famoso por la ejecución de presos políticos, centro de eutanasia y
exterminio de pacientes psiquiátricos (también en época de la Alemania Oriental
sirvió de prisión a opositores al régimen, testigos de Jehová, homosexuales, desertores
y defensores de los derechos civiles, junto con presos comunes y criminales de
guerra); el Centro de documentación sobre el trabajo forzado nazi; el Centro
memorial de la resistencia alemana; el Centro memorial de Plönzensee por las
víctimas de las sentencias arbitrarias del sistema de justicia nazi; el
Memorial a los héroes silenciosos, que brindaron apoyo a judíos perseguidos; el
Museo del campo de concentración de Sachsenhausen (curiosamente, después de la
guerra, sirvió de campo de internamiento para los más de 60.000 detenidos por
los servicios de inteligencia soviéticos, de los que 12.000 murieron de hambre
y enfermedades); la Casa
de la conferencia de Wannsee donde se acordó la “Solución final al problema
judío”, y un largo etcétera.
Cabe destacar aparte, el Centro de documentación
Topografía del Terror, inaugurado en 2010, en los terrenos que ocupaban la Gestapo , las S.S. y la Oficina Central de
Seguridad del Reich. Desde hacía 15 años, al lado de un tramo del muro y
lindando con el único edificio superviviente gubernamental del tercer Reich, el
Ministerio del Aire, se disponía una exposición de fotografías sobre los represaliados
opositores al régimen a partir de 1933, año del nombramiento de Hitler como
Canciller. El lugar descampado ponía un toque tétrico y escalofriante a la
sucesión de los hechos narrados. Ahora, en cambio, las instalaciones de “diseño”,
asépticas y frías, dejan más indiferente al visitante.
Realmente, hay que elogiar la actitud de Alemania
en mostrar los horrores del régimen nazi y sus espantosas consecuencias, pero,
por otro lado, uno se pregunta cómo es posible que eso ocurriera. Las
explicaciones se agolpan: la Gran Guerra ,
el Tratado de Versalles, la no aceptación de la derrota, la pobreza imperante,
las consecuencias de la
Revolución rusa, la amenaza bolchevique, la inflación
galopante, el antisemitismo, el sentimiento de superioridad racial… y un pueblo
entusiasmado con los éxitos económicos y fulgurantes del régimen nazi: el
rearme, la ocupación de las zonas desmilitarizadas, la anexión de Austria y los
Sudetes.
De la observación del material fotográfico
expuesto en los Centros mencionados, uno pudiera sacar la impresión de que
Hitler y sus adláteres y seguidores vinieron de otro planeta, dado el
predominio de imágenes de concentraciones, ejecuciones, desfiles, detenciones,
represalias, etc., bajo la omnipresencia de banderas, botas y correajes, y con aparente
escasa presencia de población civil. Pero, una vez aniquilada la oposición, por
la fuerza y la propaganda, es evidente que el pueblo alemán en su conjunto sirvió
a la causa, con más o menos implicación en los acontecimientos. Quizás una
película como El triunfo de la voluntad
de Leni Riefensthal, pueda servir de ejemplo del entusiasmo mencionado. Queda la
tentación de pensar que, de forma consciente o inconsciente, el régimen nazi ha
terminado por ser el chivo expiatorio único de una responsabilidad más amplia.
Al fin y al cabo, una vez terminada la guerra, Alemania no se caracterizó por
su celo en la represión de grandes responsables de la administración nazi, sino
que incluso protegió y empleó en la nueva administración a muchos de ellos. Los
vencedores parece que se contentaron con el juicio de Nuremberg y poco más. La Alemania de Adenauer
encausó a algunos de ellos, puede que por apariencia, ya que impuso penas
ridículas a delitos enormes. Tal vez la guerra fría tuvo que ver.
Hubiera sido deseable, al lado de la exitosa
exposición de la barbarie del régimen nazi, y la loable enseñanza que se
practica con los jóvenes escolares, que también se dijese: “Nos equivocamos,
casi todos fuimos partícipes de esa locura colectiva”. Pero, hay que ser
también pacientes, al menos mientras no haya nuevos motivos de alarma. Hay que
recordar que, como pueblo, han atravesado períodos prolongados de dificultades
en el siglo XX: los años de la Gran Guerra ,
las penurias sufridas hasta Hitler, la dictadura de éste, la 2ª guerra mundial,
la postguerra... Al menos 35 años seguidos de dictaduras, desórdenes o guerras.
A los que hay que añadir otros 40 de Estado totalitario policial para los
alemanes del Este.