Confuto, latín, "refutar, convencer, rebatir"
Confutación, "impugnación convincente de la opinión contraria"
(en el prólogo de la 1ª parte de El Quijote)

sábado, 22 de junio de 2013

PATA DE PALO

En Cartagena de Indias, Nueva  Granada (Colombia) existe una estatua dedicada a un español que hizo frente y derrotó a la mayor flota de invasión que jamás vieron los mares hasta el desembarco en Normandía. Ni la flota de Jerjes en Salamina, ni la Armada Invencible. Se trata de Blas de Lezo, también conocido como Almirante Pata de Palo. No solo le faltaba una pierna, sino también un ojo y un brazo.
Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes (Guipuzcoa) el 3 de febrero de 1689. Lezo se embarca, a sus 12 años en la escuadra francesa, enrolándose como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV, debido a la política existente de intercambio de oficiales entre los ejércitos y escuadras de España y Francia.


Blas de Lezo en Cartagena de Indias

Muere Carlos II sin descendencia y comienza la Guerra de Sucesión. Como es sabido, la guerra enfrenta a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el rey español, con el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra. En la batalla naval frente a Vélez-Málaga, en la que se enfrentaron 96 naves de la flota franco-española y más de 60 de la flota anglo-holandesa, Blas de Lezo perdió la pierna izquierda por una bala de cañón. Debido al valor demostrado empieza a ser ascendido y participa en las más diversas acciones de guerra, hasta que, en 1707, defendiendo la fortaleza de Tolón, pierde el ojo izquierdo. Finalmente, después de múltiples combates en los que vence a los ingleses en el mar, y que sería largo de exponer y, además, difícil de creer, por el gran número de barcos apresados, y objetivos conquistados, en el asedio de Barcelona de 1714 pierde la movilidad del brazo derecho. De esta manera con sólo 25 años tenemos a Blas de Lezo tuerto, manco y cojo. Los ingleses son batidos en el mar pero se quedan desde entonces con Gibraltar.
Después de múltiples ascensos durante la contienda, y terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco; un año después parte hacia La Habana escoltando a una flota de galeones y, en 1720, se integra en una flota con el cometido de limpiar de corsarios y piratas de los llamados Mares del Sur, o lo que es lo mismo, las costas del Perú. En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo y condecorado en reconocimiento de sus servicios. En 1732, a bordo del Santiago mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres, y rindió la ciudad. El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias.

Se inicia entonces un conflicto conocido como “Guerra de la oreja de Jenkins” (1739–1748). La excusa de los ingleses para iniciarlo fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve” ¡Increíble! En lugar de colgarlo de una verga lo deja ir. Hay que recordar que el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. No sólo en esos momentos, sino, desde hacía 150 años Inglaterra venía ejerciendo la piratería contra los barcos y costas españolas, en la guerra y en la paz, otorgando patentes de corso. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí el nombre del conflicto. No necesitaron más para llevar a cabo sus siempre deseados planes de conquistar la América Española.


                                    


El 13 de Marzo de 1741, una flota invasora, al mando del Almirante Sir Edward Vernon asomaba a las costas de Cartagena de Indias para comenzar un asedio infernal. El propósito, conquistar Cartagena de Indias, ciudad principal de América, bien fortificada, y así estrangular y colapsar la vértebra principal de los puertos de Ultramar y de la ruta del oro por Panamá, y, como consecuencia, la caída como piezas de dominó de todas las demás tierras del Imperio Español en América. Constaba dicha flota de 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, con 2.000 cañones y 23.600 combatientes, entre marinos, soldados y esclavos negros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro primer presidente de los Estados Unidos. Superaba en más de 60 navíos a la Armada de Felipe II. Para hacer frente a semejante fuerza, las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran derrota con una enorme desproporción entre los dos bandos.

No ha lugar aquí para describir los detalles de la épica batalla; baste decir que después de múltiples y terribles bombardeos de la ciudad y los fuertes, de múltiples intentos de desembarco y asaltos, los ingleses tuvieron que levantar el sitio y zarpar, no sin antes dejar 9.500 muertos y 7.500 heridos y perder 1.500 cañones y 50 naves (aparte de los que sucumbieron por la malaria). Todo gracias a la estrategia y la organización defensiva de Blas de Lezo (hunde sus buques para impedir la entrada en la bahía, y distribuye sus cañones convenientemente).

Los ingleses se sabían tan superiores que ya habían preparado los festejos de su victoria; incluso habían acuñado una serie de monedas y medallas con leyendas sobre su aplastante victoria y la humillación infligida al imperio Español (Vernon había dado noticias de la victoria antes de que se hubieran empezado las operaciones). Humillados, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad con leyendas como “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741” y “El orgullo español humillado por Vernon”. El Rey de Inglaterra Jorge II prohibió hablar de ello o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Tan colosal fue la derrota de los ingleses, que aseguró razonablemente el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce.

Blas de Lezo
                                                            
Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias por las heridas y la peste, pocos meses después, generada por los cuerpos insepultos (casi todos ingleses). Blas de Lezo es recordado en Colombia, y en España en círculos de la Marina, y muy adecuadamente, pero no por la ciudadanía en general, que sabe quién es Nelson pero no Blas de Lezo. A su vuelta a Inglaterra Vernon fue relevado de su cargo inmediatamente y expulsado de la Marina en 1746. A pesar de su descrédito, a su muerte en 1757 se decidió enterrar su cuerpo en la Abadía de Westminster, como si fuera un héroe más de los que allí reposan. La falaz leyenda que en su tumba reza :“He subdued Chagre, and at Carthagena conquered as far as naval forces could carry victory”. Así pues, Inglaterra cultivó al respecto la autocensura, España el olvido y las demás naciones el desinterés (si no interesa al interesado …).

Nota. Algunas publicaciones referentes al tema:
Pablo Victoria Wilches, El día que España derrotó a Inglaterra (Madrid, Áltera, 2005).
Ramiro Ribas Narváez, La conjura de la mentira. La derrota de Inglaterra en Cartagena de Indias, (Astorga, Akrón, 2008).
Alber Vázquez, Mediohombre. La batalla que Inglaterra ocultó al mundo (Barcelona, Inédita, 2009).
J. Pérez-Foncea, El Héroe del Caribe, la Última Batalla de Blas de Lezo (Libros Libres, 2012).