Últimamente se suceden noticias sobre
Detroit. Parece que la ciudad suspende pagos por una deuda de 20.000 millones
de dólares. ¿Cómo ha sido eso posible? En los años 40 en sus
fábricas se hacían vehículos blindados y armas. Después pasó a
transformarse en la capital del automóvil de Estados Unidos, si no del mundo
entero. La gente llegaba para trabajar en las líneas de montaje de los Tres
Grandes (General Motors, Ford y Chrysler) por buenos salarios. El declive posterior de la
industria del motor estadounidense, que lleva, con altibajos, desde los años
70, cuando otros países empezaron a ser capaces de fabricar los mismos coches
con costes más bajos, y la no adaptación a la revolución tecnológica, junto con
las hipotecas subprime y la recesión de 2007 a 2009, fue lo que pulverizó
los ingresos fiscales y tumbó finalmente a Detroit.
Hoy, el municipio tiene 700.000 habitantes, apenas el 35%
de su máximo en los años 50. La población de clase media y media-alta se ha
trasladado a los suburbios, donde vive en las clásicas viviendas
unifamiliares estadounidenses. Al irse a los suburbios, los residentes más
ricos han dejado de pagar impuestos a Detroit, que es donde se concentran los más
pobres. La situación, así, se ha agravado. Ahora, la suspensión de pagos
obligará a la ciudad a recortar todavía más los programas de asistencia social. El 36% de la población
vive por debajo del umbral de la pobreza, y Detroit es la ciudad de más
de 200.000 habitantes con la tasa de delincuencia más alta de todo EEUU. Al quedar
muchas casas abandonadas, el centro ha sido tomado por vagabundos. El cine ha
proporcionado imágenes a esa realidad: barrios en ruinas tomados por pandillas
callejeras, viejos pensionistas atrapados por la imposibilidad de marcharse… El
valor de las viviendas ha caído un 80% y uno de cada cinco hogares está
abandonado. El paisaje recuerda a esas casas desoladas de los cuadros de Hopper
con el añadido de estar en ruinas, con los cristales rotos, los porches
desvencijados y los postigos de las ventanas descolgados.
Pero no solo la situación financiera y el hundimiento
económico es la causa de la crisis de muchos centros urbanos estadounidenses. El
declive de los centros de las ciudades americanas a favor de las áreas
suburbanas no es nuevo y viene siendo puesto de manifiesto con frecuencia. Por
poner un ejemplo, el escritor y periodista Robert D. Kaplan en su libro Viaje
al futuro del imperio (An Empire Wilderness, 1998) escribe:
“… los norteamericanos siguen emigrando de las ciudades y
municipios pequeños hacia áreas residenciales situadas en la periferia de
aquéllas, con lo que el país del futuro se irá transformando poco a poco en una
red de extensas áreas suburbanas separadas entre sí por territorios
despoblados… En 1990, Estados Unidos se convirtió en la primera nación de la Historia en que el número
de habitantes de las zonas residenciales periféricas superaba al de las áreas
rurales y urbanas juntas, una tendencia que sigue vigente en la actualidad.”
San Luis, por ejemplo, pasa de tener 800.000 habitantes
después de la 2ª guerra mundial, a 350.000 en 1996, los mismos que tenía en
1870. Y esa es la tónica de lo que ocurre con la ciudad norteamericana, si
exceptuamos Nueva York, Boston, Los Ángeles y algunas más. El origen del problema
es bastante descorazonador: unido a las diferencias económicas, cuando en un
lugar la población inmigrante supera un cierto umbral, se puede producir una
emigración en masa de la población anteriormente residente. Una pequeña aversión
a las diferencias étnicas puede llevar a una dinámica de segregación racial
total con el tiempo, algo desastroso para la integración cultural de las
minorías inmigrantes (En Washington hay predominio de raza blanca en zonas
residenciales periféricas colindantes con un centro urbano habitado por personas
de raza negra con limitados recursos económicos).
¿Pero, cual es la tendencia en Europa? En Europa pueden
existir bolsas
de segregación étnica dentro de las propias ciudades, pero
los cascos históricos en general siguen teniendo un carácter neurálgico, siguen
siendo un polo de atracción de todo tipo de actividades de ocio, culturales y
comerciales, y resulta atractivo para las clases medias y altas como
lugar de residencia (mucho más en los países del sur de Europa que en el norte),
al contrario que en los Estados Unidos, en el que el centro urbano tiene un
atractivo mucho menor, el ocio está mucho más disperso y el automóvil es
imprescindible. En Europa las bolsas étnicas y sociales se confinan a menudo en
los suburbios de las ciudades, e incluso ocupando barrios dentro del centro, pero,
por ello, se hará más difícil el colapso de ciudades enteras. La mera
existencia de bolsas de segregación ya es un signo de fracaso de integración,
pero, desde un punto de vista urbanístico, la existencia de un centro de
atracción valorado por todos, es en sí un factor de integración. En Europa, la
vacuna para no caer en el caso de Detroit, pasaría por evitar la degradación de
los cascos urbanos y promover su regeneración. Esto es, que siguieran siendo
atractivos para todos.