Confuto, latín, "refutar, convencer, rebatir"
Confutación, "impugnación convincente de la opinión contraria"
(en el prólogo de la 1ª parte de El Quijote)

martes, 23 de julio de 2013

DETROIT

Últimamente se suceden noticias sobre Detroit. Parece que la ciudad suspende pagos por una deuda de 20.000 millones de dólares. ¿Cómo ha sido eso posible? En los años 40 en sus fábricas se hacían vehículos blindados y armas. Después pasó a transformarse en la capital del automóvil de Estados Unidos, si no del mundo entero. La gente llegaba para trabajar en las líneas de montaje de los Tres Grandes (General Motors, Ford y Chrysler) por buenos salarios. El declive posterior de la industria del motor estadounidense, que lleva, con altibajos, desde los años 70, cuando otros países empezaron a ser capaces de fabricar los mismos coches con costes más bajos, y la no adaptación a la revolución tecnológica, junto con las hipotecas subprime y la recesión de 2007 a 2009, fue lo que pulverizó los ingresos fiscales y tumbó finalmente a Detroit.


Hoy, el municipio tiene 700.000 habitantes, apenas el 35% de su máximo en los años 50. La población de clase media y media-alta se ha trasladado a los suburbios, donde vive en las clásicas viviendas unifamiliares estadounidenses. Al irse a los suburbios, los residentes más ricos han dejado de pagar impuestos a Detroit, que es donde se concentran los más pobres. La situación, así, se ha agravado. Ahora, la suspensión de pagos obligará a la ciudad a recortar todavía más los programas de asistencia social. El 36% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y Detroit es la ciudad de más de 200.000 habitantes con la tasa de delincuencia más alta de todo EEUU. Al quedar muchas casas abandonadas, el centro ha sido tomado por vagabundos. El cine ha proporcionado imágenes a esa realidad: barrios en ruinas tomados por pandillas callejeras, viejos pensionistas atrapados por la imposibilidad de marcharse… El valor de las viviendas ha caído un 80% y uno de cada cinco hogares está abandonado. El paisaje recuerda a esas casas desoladas de los cuadros de Hopper con el añadido de estar en ruinas, con los cristales rotos, los porches desvencijados y los postigos de las ventanas descolgados.


Pero no solo la situación financiera y el hundimiento económico es la causa de la crisis de muchos centros urbanos estadounidenses. El declive de los centros de las ciudades americanas a favor de las áreas suburbanas no es nuevo y viene siendo puesto de manifiesto con frecuencia. Por poner un ejemplo, el escritor y periodista Robert D. Kaplan en su libro Viaje al futuro del imperio (An Empire Wilderness, 1998) escribe:

“… los norteamericanos siguen emigrando de las ciudades y municipios pequeños hacia áreas residenciales situadas en la periferia de aquéllas, con lo que el país del futuro se irá transformando poco a poco en una red de extensas áreas suburbanas separadas entre sí por territorios despoblados… En 1990, Estados Unidos se convirtió en la primera nación de la Historia en que el número de habitantes de las zonas residenciales periféricas superaba al de las áreas rurales y urbanas juntas, una tendencia que sigue vigente en la actualidad.”

San Luis, por ejemplo, pasa de tener 800.000 habitantes después de la 2ª guerra mundial, a 350.000 en 1996, los mismos que tenía en 1870. Y esa es la tónica de lo que ocurre con la ciudad norteamericana, si exceptuamos Nueva York, Boston, Los Ángeles y algunas más. El origen del problema es bastante descorazonador: unido a las diferencias económicas, cuando en un lugar la población inmigrante supera un cierto umbral, se puede producir una emigración en masa de la población anteriormente residente. Una pequeña aversión a las diferencias étnicas puede llevar a una dinámica de segregación racial total con el tiempo, algo desastroso para la integración cultural de las minorías inmigrantes (En Washington hay predominio de raza blanca en zonas residenciales periféricas colindantes con un centro urbano habitado por personas de raza negra con limitados recursos económicos).


¿Pero, cual es la tendencia en Europa? En Europa pueden existir bolsas de segregación étnica dentro de las propias ciudades, pero los cascos históricos en general siguen teniendo un carácter neurálgico, siguen siendo un polo de atracción de todo tipo de actividades de ocio, culturales y comerciales, y resulta atractivo para las clases medias y altas como lugar de residencia (mucho más en los países del sur de Europa que en el norte), al contrario que en los Estados Unidos, en el que el centro urbano tiene un atractivo mucho menor, el ocio está mucho más disperso y el automóvil es imprescindible. En Europa las bolsas étnicas y sociales se confinan a menudo en los suburbios de las ciudades, e incluso ocupando barrios dentro del centro, pero, por ello, se hará más difícil el colapso de ciudades enteras. La mera existencia de bolsas de segregación ya es un signo de fracaso de integración, pero, desde un punto de vista urbanístico, la existencia de un centro de atracción valorado por todos, es en sí un factor de integración. En Europa, la vacuna para no caer en el caso de Detroit, pasaría por evitar la degradación de los cascos urbanos y promover su regeneración. Esto es, que siguieran siendo atractivos para todos.

martes, 16 de julio de 2013

SNOWDEN Y 1984

Snowden.


Funcionario de los servicios de inteligencia norteamericanos, asistente técnico en la CIA, y, hasta hace tres semanas, en la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), destapa la existencia de Prism, un programa de ciberespionaje que permitiría ingresar directamente en los servidores de los gigantes de Internet como Google, Facebook, Microsoft, Skype, Yahoo y Apple, para vigilar mensajes, vídeos o fotos en el extranjero con los que encontrar patrones relacionados con actividades terroristas. Esas filtraciones sólo serían "la punta del iceberg", ya que la NSA dispondría de hasta 20.000 millones de registros telefónicos y correos electrónicos de estadounidenses. Más tarde, The Guardian revela la existencia de una orden judicial que habría permitido a la NSA acceder durante tres meses al registro de todas las llamadas telefónicas efectuadas por los clientes del operador estadounidense Verizon, una de las compañías telefónicas más grandes del país. Un extremo que demostraría que Obama habría mantenido el programa de espionaje indiscriminado que lanzó su predecesor tras los atentados del 11S. Pero, hasta ahora, el objetivo de las órdenes solía ser investigar a una persona o a un grupo específico durante un tiempo muy concreto, y no acceder al registro de todos los clientes de una compañía como Verizon

Posteriormente, las acusaciones se suceden: los diarios The Washington Post y The Guardian informan de que la NSA y el FBI habrían solicitado a nueve gigantes de Internet, entre ellos Microsoft, Yahoo, Google y Facebook, acceder a sus servidores para vigilar e interceptar comunicaciones de internautas extranjeros fuera de Estados Unidos; los servicios británicos de espionaje habrían tenido acceso a los cables de fibra óptica que transportan las conversaciones por teléfono e Internet en todo el mundo; las compañías Facebook y Microsoft anuncian que, en el segundo semestre de 2012, recibieron por parte de agencias estadounidenses miles de peticiones de información sobre sus usuarios, y Apple y Yahoo también lo admiten en días posteriores; el semanario alemán Der Spiegel revela que la NSA habría espiado conversaciones de la Unión Europea y de la ONU; se descubre que Washington habría espiado a la misión de la UE en Nueva York y a 38 embajadas, entre ellas las de Francia, Italia y Grecia. Esto da lugar a un conflicto diplomático de alcance mundial por la repercusión de semejantes revelaciones y la presunta comisión de múltiples delitos perfectamente tipificados, y por la reclamación por parte de Estados Unidos de Snowden, que sigue en “tierra de nadie” en el aeropuerto de Moscú, y las peticiones por parte de éste, todavía no satisfechas, de asilo político en diversos países.



1984.

La célebre novela de George Orwell (1949) en la que se describe una distopía (utopía con caracteres negativos) de una sociedad totalitaria que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquéllos que delinquen con el pensamiento. Orwell parte de su experiencia con los totalitarismos fascistas y comunistas y de su idea de la Revolución traicionada para imaginar una sociedad del futuro dominada por un partido único dividido a su vez en otros dos: Partido Interior y Partido Exterior (cabeza pensante y brazos ejecutores de la sociedad) y una masa indeterminada de “proles” que sirven de mano de obra y carne de cañón del estado de perpetua guerra entre esa Sociedad descrita y las otras dos Potencias similares con las que se ha repartido el mundo. Una Sociedad autoproclamada igualitaria y sin propiedad privada, pero, en la práctica, dividida en tres clases: “Altos, Medianos y Bajos”. La guerra permanente sirve para mantener la cohesión en una Sociedad caracterizada por el odio, la insensibilidad y la crueldad. Al frente de dicha Sociedad se encuentra el omnipotente e infalible “Gran Hermano” (trasunto de Stalin) del que procede toda sabiduría, toda verdad y toda virtud. Nadie lo ha visto nunca, pero se encuentra en todas partes. Es la concreción con la que el Partido único se presenta.

En esa Sociedad todos los individuos son controlados y espiados, mediante “telepantallas” instaladas en todas las instalaciones públicas y dependencias privadas, que observan y controlan todos los actos individuales, así como la escucha indiscriminada por medio de micrófonos. La Policía del Pensamiento escruta las palabras, los gestos, las acciones, y dictamina si lo observado es contrario a la ortodoxia o en el futuro pueda serlo. Las reglas no están claras para nadie. La delación permanente es parte del juego. Todos espían y delatan a todos, inclusive los niños a los padres. Todos los juicios son arbitrarios, precedidos de confesiones mediante lavados de cerebro. La tergiversación, la manipulación y la propaganda presiden todos los actos de la vida, inclusive la Historia, que es permanentemente modificada mediante la manipulación de la memoria y de los anales. Un hecho y su contrario pueden tener lugar al mismo tiempo: es el “Doblepensar”. El lenguaje es alterado, deformado, pervertido y amputado para expresar las necesidades ideológicas y la manipulación mental: es el “Neolenguaje”. De esta forma, la Sociedad, fuertemente jerarquizada y controlada, es dominada permanentemente por los “Altos” o Partido Interior, y sin posibilidad de modificación. 

* * *

Bien, se dirá, ¿qué tiene en común una sociedad democrática como la de los países occidentales, hoy en día, con la sociedad descrita en 1984? Bien poco, salvo por la omnipresencia de los medios de espionaje indiscriminado de los individuos en 1984, y el espionaje a escala mundial que, al parecer, se empieza a practicar en todos los medios de comunicación actuales. En 1984, las telepantallas y micrófonos omnipresentes, proporcionaban información de todo el mundo a la Policía del Pensamiento. Es la tecnología que Orwell atisbó desde su época. Hoy, es la tecnología de las comunicaciones, la que permite escuchar y gravar todo lo que los ciudadanos del planeta, desprevenidamente, han podido manifestar a través de Internet (correo electrónico, redes sociales) o telefonía. Los Estados, que duda cabe, utilizan y utilizarán esa información para sus intereses. Actualmente existen algunos, totalitarios, y aún otros con vocación de serlo, que si se lo proponen pueden llegar a utilizar esa tecnología para dichos fines. Pero, los democráticos, ¿estarán siempre a salvo del totalitarismo? En el pasado no lo han estado, y nadie está inmune para el futuro. Las crisis económicas y las tensiones sociales se han producido y se producirán. Se añadirán nuevos problemas, la escasez de recursos y la explosión demográfica, y no sabemos qué respuestas políticas se darán a esos desafíos. Desde luego, no hará falta leer el pensamiento a nadie, como en 1984. Bastará con leer lo que se ha dicho para saber lo que se ha pensado.

viernes, 12 de julio de 2013

LOS MARES DEL SUR

Mar del Sur. Fue la denominación que Vasco Núñez de Balboa dio al Océano Pacífico cuando en 1513 lo divisó por primera vez después de atravesar el istmo de Panamá. Este año, por tanto, se cumplen 500. Apenas podemos darnos cuenta hoy en día de la dimensión de la hazaña, atravesando selvas vírgenes, aguas pantanosas, caimanes, insectos, enfermedades y temperaturas y humedad altísimas, hasta divisar desde lo alto de una montaña el nuevo “mar” descubierto. En virtud del tratado de Tordesillas entre Portugal y España, a ésta le correspondía el descubrimiento y colonización de las Américas y todo el Pacífico hasta las islas de las Especias o de las Molucas (Célebes), límite impreciso que estaba en disputa con los portugueses, los cuales ya se habían asentado allí. Con el propósito de dilucidar esos límites, en 1519 Fernando de Magallanes dobla la punta meridional de América por el estrecho que lleva su nombre y remonta por las costas chilenas, dando el gran salto hasta las Filipinas, y pasando entre las Marquesas y las Islas de la Sociedad, las Marshall y las Marianas (ó Ladrones). Moriría en lucha con los nativos y tomaría el mando Elcano, que volvería en 1522 con una sola nave, la Victoria, a través de los estrechos de Malaca y el Cabo de Buena Esperanza, con 18 hombres y las bodegas repletas de especias. Fue la primera circunnavegación del globo. Otros navegantes partieron del Perú con el propósito de descubrir Australia  y colonizar los Mares del Sur, como Legazpi en 1564 (Guam, Marshall, Carolinas, fundó Manila); Álvaro de Mendaña, en dos viajes entre 1567 y 1595 (Tuvalu, las Florida, las Marshall, Guadalcanal, las Wake, las Cook, las Marquesas, las Salomón); Fernández de Quirós en 1605 (Tuamotu, Nuevas Hébridas); Torres en 1606, que navegó por el estrecho que lleva hoy su nombre (Nueva Guinea y el cabo de York en Australia), y bautizaron con nombres españoles la mayoría de las islas del Pacífico aunque muchos no subsistieran debido a su ocupación posterior por otras Potencias.


A destacar Urdaneta, que descubrió la ruta de vuelta desde las Filipinas a Nueva España. El viaje se iniciaba en dirección norte, y al llegar a la latitud de Japón, lograban salir de la influencia dominante del alisio y, desde allí, aprovechando las corrientes y los vientos en dirección Este, llegaban a Acapulco (1565). La circulación de los vientos y corrientes  del pacífico Norte es análoga a la de los del Atlántico Norte. Este viaje supuso el descubrimiento de la ruta de navegación más corta entre Asia y América, rumbo que siguió sistemáticamente hasta 1815 el Galeón de Manila. Éste hacia dos viajes anuales: partía de Acapulco con plata, y en Manila cargaba mercancías de China y Molucas, sedas, porcelanas, especias, lacas… Desde Acapulco, las mercancías eran transportadas por tierra hasta Méjico y Veracruz, y desde allí a España y Europa.

La decadencia española del XVII permitió a los holandeses controlar las Islas de las Especias, por lo que en 1663 España abandonó su última fortaleza en las Molucas, y su actividad se limitó, prácticamente, al tráfico con Filipinas. Pero, hasta el siglo XVIII no veremos las grandes expediciones cartográficas y científicas, en las que, gracias a la invención del cronógrafo de precisión, se pudo fijar la longitud y, por lo tanto, confeccionar cartas náuticas precisas. Es el momento de las grandes navegaciones de Cook, de Bouganville, de Malaspina.

Los Mares del sur, que poblaron nuestra imaginación juvenil espantando los fantasmas de la adolescencia... Las tardes y noches de lecturas en compañía de Salgari, luchando con piratas en los estrechos de Malaca y Borneo y huyendo de caníbales en la Melanesia; de Jack London, escapando a las fuerzas ciegas de la naturaleza o a la furia de los hombres, embarcando a bordo de balleneros o recorriendo las costas de Alaska; de Robert L. Stevenson, surcando mares de añil y recorriendo níveas playas bordadas de cocoteros, con nativas semidesnudas y pescadores de perlas. Aventureros, traficantes y contrabandistas. Todo el ingenuo idealismo y también toda la escoria de los siete mares. Extraño caso el de Stevenson, enfermo de tuberculosis, que embarcó con su mujer y los hijos de ésta a bordo del Casco en San Francisco rumbo a las islas del Pacífico Sur. Después de deambular por Hawaii, las Gilbert, Tahiti, las Marquesas, las Tuamotu… se aposentó en Samoa, donde falleció a los 44 años. Es en el siglo XIX cuando los veleros más rápidos y los buques de vapor van a transformar por completo el Pacífico con la colonización y la intervención de las Potencias. Aparecen los evangelizadores anglo-americanos (protestantes) y franceses (católicos), que visten de pies a cabeza a los nativos. Se produce una aculturación paulatina y aparecen las enfermedades venéreas. Ya Pierre Loti, escritor y marino, alerta de esa aculturación y pérdida de valores y tradiciones, y los cuadros de Gauguin nos muestran una atmósfera de la Polinesia triste, húmeda y sombría.


A ese mundo entresacado de las páginas de los libros se sumaba el cine. Nada ha contribuido tanto a fijar ese imaginario colectivo sobre los Mares del Sur como las imágenes que proporcionaba la pantalla. Desde temprano podemos destacar películas como Tabú de Murnau (1931) que, rodada en Tahití y Bora-Bora, retrata las costumbres y el modo de vida de las gentes del Pacífico Sur. Pero es con el advenimiento del color que los Mares del Sur cobran todo su esplendor.  Los actores y actrices de aquel entonces encarnaban todo tipo de aventureros, que, a bordo de veloces veleros, iban de un lado a otro de un océano inmenso, a merced de las olas y de los vientos, sufriendo tifones, maremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, y escapando de peligros indecibles. Una película que tal vez sea la quinta esencia del este cine de aventuras es Su Majestad de los Mares del Sur (His Majesty O’Keefe), protagonizada por Burt Lancaster y dirigida por B. Haskin, y que cuenta con todos los ingredientes del género: explotación de la copra, rivalidades comerciales de las Potencias, luchas tribales, tabúes y supersticiones, nativas de piel de bronce, peligros sin fin… con un guión vertiginoso. Es lo que puede causar el cine, vértigo. Un buque parte de San Francisco y en la siguiente secuencia se encuentra en el Mar de la China. Esto contrasta con la realidad de unos espacios inmensos, en los que cualquier travesía duraba semanas y aún meses, y en los que la monotonía era la norma, solo rota por alguna eventualidad desagradable.

Y qué decir del siglo XX. El mar americano en el que se había convertido el Pacífico choca contra el expansionismo japonés, con las consecuencias ya conocidas. Después de la 2ª guerra mundial, ese mundo ya es otro mundo. La aculturación de las islas es completa. En palabras de Paul Theroux, los nativos se han vuelto gordos e indolentes, atiborrados de carne enlatada japonesa y cerveza australiana. Los mismos que habían sido grandes navegantes e inventado la canoa con balancín. Aún asistimos en ese siglo a alguna aventura singular como la travesía de Thor Heyerdahl en la balsa Kon-Tiki desde el Perú a las Tuamotu. El Pacífico es hoy el centro de gravedad económico del mundo, pero para Occidente habrá perdido su imaginario: las nuevas generaciones no leen historia, ni libros de aventuras, ni ven cine antiguo. Todo lo más, sueñan con el turismo de lujo que se vende en las agencias de viajes, y cuya máxima aventura es bucear en un metro de agua observando a rayas indefensas.

sábado, 6 de julio de 2013

BERLIN

Entre la Puerta de Brandeburgo y la desaparecida cancillería del tercer Reich, y al lado del lugar donde un día estuvo el bunker en el que Hitler pasó sus últimos meses, se levanta el monumento en memoria de los 6 millones de judíos asesinados en Europa, erigido en 2005 y diseñado por el escultor judío-americano Eisenmann. Consta de 2711 bloques de cemento de sección rectangular (2,38 x 0,95 m), dispuestos ordenadamente a guisa de lápidas de un cementerio, ligera y aleatoriamente inclinados y de una altura variable, desde los 0,5 m a los 4,7 m metros aproximadamente. Los de mayor altura se concentran en el centro del conjunto y los de menor en la periferia. También, hacia el centro del conjunto, el piso presenta una depresión, coincidiendo así con los bloques de mayor altura. La obra causa una profunda impresión a quien la ve por primera vez y es aconsejable contemplarla sin demasiados visitantes, recorriendo y zigzagueando por los pasillos entre columnas y filas de bloques. Se dice que el escultor no quiso dar una interpretación de su obra, por lo que cada observador aventura la suya. A mi me sugirió que esas “lápidas” eran empujadas por la víctimas “supuestamente” sepultadas bajo ellas, en un intento de recordar permanentemente a los vivos la causa de su infortunio. Ello se conseguiría mediante esa sensación de movilidad debida a la conjunción de las distintas alturas, el suelo hundido hacia el centro y la ligera inclinación aleatoria de los bloques, a pesar de lo masivo de las dimensiones y de los materiales. El Centro de Información anexo da noticia de historias familiares asociadas al holocausto. 

Berlín esta lleno de lugares conmemorativos, centros de documentación y museos relativos a la historia de la dictadura nacionalsocialista, como el Centro de documentación de Brandeburgo, centro penal famoso por la ejecución de presos políticos, centro de eutanasia y exterminio de pacientes psiquiátricos (también en época de la Alemania Oriental sirvió de prisión a opositores al régimen, testigos de Jehová, homosexuales, desertores y defensores de los derechos civiles, junto con presos comunes y criminales de guerra); el Centro de documentación sobre el trabajo forzado nazi; el Centro memorial de la resistencia alemana; el Centro memorial de Plönzensee por las víctimas de las sentencias arbitrarias del sistema de justicia nazi; el Memorial a los héroes silenciosos, que brindaron apoyo a judíos perseguidos; el Museo del campo de concentración de Sachsenhausen (curiosamente, después de la guerra, sirvió de campo de internamiento para los más de 60.000 detenidos por los servicios de inteligencia soviéticos, de los que 12.000 murieron de hambre y enfermedades); la Casa de la conferencia de Wannsee donde se acordó la “Solución final al problema judío”, y un largo etcétera.

Cabe destacar aparte, el Centro de documentación Topografía del Terror, inaugurado en 2010, en los terrenos que ocupaban la Gestapo, las S.S. y la Oficina Central de Seguridad del Reich. Desde hacía 15 años, al lado de un tramo del muro y lindando con el único edificio superviviente gubernamental del tercer Reich, el Ministerio del Aire, se disponía una exposición  de fotografías sobre los represaliados opositores al régimen a partir de 1933, año del nombramiento de Hitler como Canciller. El lugar descampado ponía un toque tétrico y escalofriante a la sucesión de los hechos narrados. Ahora, en cambio, las instalaciones de “diseño”, asépticas y frías, dejan más indiferente al visitante.

Realmente, hay que elogiar la actitud de Alemania en mostrar los horrores del régimen nazi y sus espantosas consecuencias, pero, por otro lado, uno se pregunta cómo es posible que eso ocurriera. Las explicaciones se agolpan: la Gran Guerra, el Tratado de Versalles, la no aceptación de la derrota, la pobreza imperante, las consecuencias de la Revolución rusa, la amenaza bolchevique, la inflación galopante, el antisemitismo, el sentimiento de superioridad racial… y un pueblo entusiasmado con los éxitos económicos y fulgurantes del régimen nazi: el rearme, la ocupación de las zonas desmilitarizadas, la anexión de Austria y los Sudetes.


De la observación del material fotográfico expuesto en los Centros mencionados, uno pudiera sacar la impresión de que Hitler y sus adláteres y seguidores vinieron de otro planeta, dado el predominio de imágenes de concentraciones, ejecuciones, desfiles, detenciones, represalias, etc., bajo la omnipresencia de banderas, botas y correajes, y con aparente escasa presencia de población civil. Pero, una vez aniquilada la oposición, por la fuerza y la propaganda, es evidente que el pueblo alemán en su conjunto sirvió a la causa, con más o menos implicación en los acontecimientos. Quizás una película como El triunfo de la voluntad de Leni Riefensthal, pueda servir de ejemplo del entusiasmo mencionado. Queda la tentación de pensar que, de forma consciente o inconsciente, el régimen nazi ha terminado por ser el chivo expiatorio único de una responsabilidad más amplia. Al fin y al cabo, una vez terminada la guerra, Alemania no se caracterizó por su celo en la represión de grandes responsables de la administración nazi, sino que incluso protegió y empleó en la nueva administración a muchos de ellos. Los vencedores parece que se contentaron con el juicio de Nuremberg y poco más. La Alemania de Adenauer encausó a algunos de ellos, puede que por apariencia, ya que impuso penas ridículas a delitos enormes. Tal vez la guerra fría tuvo que ver. 

Hubiera sido deseable, al lado de la exitosa exposición de la barbarie del régimen nazi, y la loable enseñanza que se practica con los jóvenes escolares, que también se dijese: “Nos equivocamos, casi todos fuimos partícipes de esa locura colectiva”. Pero, hay que ser también pacientes, al menos mientras no haya nuevos motivos de alarma. Hay que recordar que, como pueblo, han atravesado períodos prolongados de dificultades en el siglo XX: los años de la Gran Guerra, las penurias sufridas hasta Hitler, la dictadura de éste, la 2ª guerra mundial, la postguerra... Al menos 35 años seguidos de dictaduras, desórdenes o guerras. A los que hay que añadir otros 40 de Estado totalitario policial para los alemanes del Este.